“Perú está clasificado por el Banco Mundial entre los 12 países más pobres del mundo, con más de un 49 por ciento de su población viviendo con un dólar diario”.
Ser pobre sale caro. Enfermarse y morir es un lujo, lo mismo que comer carne dos veces a la semana. Lo curioso es que ante los ojos de Dios todos somos iguales. Pero ante los ojos de la sociedad, solo hay de dos maneras: Los pobres y los ricos.
Diana tiene 12 años, mide un metro treinta, y a pesar de que solo llegó hasta cuarto grado de primaria, tiene más experiencia laboral que la mayoría de los miles de universitarios que se gradúan en nuestro país. Su mirada es tierna, viste un buzo desgastado color gris, un polo y una vieja casaca rosada por si hace frio. Diana transita con una bolsa de caramelos por el mercado La Unión. “Caramelos señorita”, dice. Una señora la mira, se acerca a ella y le da una propina de cincuenta céntimos. Diana mira la moneda y lo guarda en su bolsillo. “Tengo que trabajar para ayudar a mi mama y mis hermanitos pequeños”, dice con ternura y sigue su camino.
Un hombre moreno, descuidado y de gorra roja, vende caramelos de limón. Se llama Eufemio, tiene 62 años y deambula por las calles de Gamarra para poder subsistir. A veces no le alcanza para comer, pues tan solo gana una miseria de tres soles diarios, esto siempre y cuando el negocio vaya viento en popa, y si no, tendrá que resignarse a pasar hambre otro día más. La suerte parece no sonreírle a este hombre, pues no tiene familia, ni hijos, “No tiene a nadie en esta mundo”, ve la vida pasar amargamente, pues él tiene que vivir una vida llena de penurias, marginación social y sobre todo hambre, mucha hambre.
Ser pobre es lo más triste de este mundo. ¿Pero que podemos hacer ante una realidad que no es ajena en nuestro país? Perú está clasificado por el Banco Mundial entre los 12 países más pobres del mundo, con más de un 49 por ciento de su población viviendo con un dólar diario. Este puesto viene ocupándolo junto con Bolivia y Haití, quien ocupa el último lugar en consumo de calorías por persona en América Latina.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), señala que la pobreza en nuestro país durante los años 2006 y 2007 es de un 39.3 %. Sin duda alguna, esta publicación generó un gran optimismo en el país, debido a que por primera vez desde 1985 la pobreza se ubicó por debajo del 40% (39,3% exactamente), mientras que la pobreza extrema descendió en 2,4% hasta ubicarse en 13,7%. Asimismo, en el área urbana la pobreza pasó de 31,2% a 25,7%, mientras que en el área rural esta pasó de 69,3% a 64,6%. Cabe resaltar que la reducción más significativa se registró en la costa rural, pues la pobreza descendió de 49% a 38,1%; la agroexportación habría sido la actividad que más contribuyó a este resultado.
Sin duda, esto mejorará la vida de algunas personas. Pero sin embargo todavía se podrá ver a ese monstruo flaco, sin trabajo, lleno de hambre y de necesidad, que no sabe que hacer para llevar el alimento a sus hijos, y que muchas veces tiene que robar para poder mantener a su familia.
En el mundo anualmente mueren más de 10 millones de niños debido al hambre, mil millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día, 600 millones viven en la extrema pobreza y otros 800 millones se van a dormir con hambre. De acuerdo a los datos de la ONU, uno de cada tres segundos muere un niño de hambre, miles de millones beben agua contaminada, 8,200 personas mueren a causa del VIH/SIDA, que no pudieron frenar por falta de recursos económicos para comprar medicamentos.
Este año, Bill Gates vuelve a ser el hombre más rico del mundo, después de Warren Buffet (inversionista) y mientras que ambos ganan millones de dólares cada minuto, crece a diario la desigualdad entre pobreza y riqueza. Si un pobre tiene la ambición de tener muebles o electrodomésticos, debe comprarlos en abono, porque de otra forma no podría pagarlo; sin olvidar que tendría que ahorrar muchos años de su vida y esforzarse en un mas de 100%.
La iglesia, el templo de los mendigos
En una de las calles cerca a la plaza de armas, una mujer esta sentada en el suelo con una caja llena de chicles y caramelos halls. A su lado están dos pequeños; un varón y una niña; ambos aproximadamente de cuatro años. Las personas que pasan cerca de ella son ajenas a su realidad, pues pasan de largo o simplemente desvían la mirada y cruzan hacia la otra vereda.
Las iglesias no solamente son el templo de dios, si no también, el templo de los mendigos, quienes están a la espera de un milagro divino. En la iglesia La Merced un hombre de apariencia paupérrima esta sentado en la entrada principal con una bolsa de caramelos de limón. Todos pasan frente a el, pero nadie se anima a comprarle un caramelo, y menos aun, a darle una propina. La gente le es indiferente.
En las afueras de la catedral, una niña de mirada tierna, esta sentada en el piso, con un poncho de colores que coloca sobre sus piernas. Se llama Mercedes, tiene ocho años y vende todo tipo de dulces en una cajita de cartón. “Yo vendo para tener algo para mi”, comenta. Mercedes estudia en el colegio y por las tardes deja los juegos de niña para remplazarlos por el trabajo.
Más allá, se encuentra su hermana, quien vende frutas y dulces. Rosa Shilón tiene 23 años pero aparenta más de 28. Lleva prácticamente dos años vendiendo en las afueras de la catedral. Ella y toda su familia vinieron de un pueblo de la serranía, llamado Porcon. “Nosotros nos venimos a Trujillo, porque allá en nuestro pueblo ya no había trabajo, por eso nos venimos, señorita”, afirma. Rosa es la mayor de una familia numerosa, conformada por ocho hermanos, y aunque todos estudian, ella siente la necesidad de apoyar con algo, sobre todo porque tiene dos hijos a quien mantener. Su esposo trabaja, pero lo que gana no es suficiente como para mantenerlos, por eso es que Rosa trabaja desde las ocho de la mañana hasta que termina de vender.
Todos los días tiene que llevar a su pequeña Ana, una niña de cuatro años que no va al jardín, ya que Rosa considera que seria un gasto innecesario, porque ninguno de sus hermanos tuvieron una educación inicial y para no gastar tanto, lo mejor seria que vaya directo al colegio.
Ana es pequeña, y las horas que pasa sentada en la calle junto con su madre le parecen un juego, es inocente y no sabe sobre las penurias de la vida. Muchas veces, mientras Rosa trata de vender sus dulces, ella se tira en el piso sobre una manta desgastada, coloca sus piernas encima de la pared, mueve sus brazos en forma de un ángel y se come los chicles que vende su madre. Gira la cabeza hacia a un lado, sonríe y mira hacia lo desconocido.
Un mounstruo llamado "Pobreza"
Publicado por
Luna
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